Christophe Clottes


J’ai pris la liberté de m’asseoir

   [Me tomé la libertad de sentarme]




    10 000m2, 2017. Semillas de diente de león, 35 x 25 x 20 cm de expansión.
© Christophe Clottes, Foto: Claire Colnot.



     D’un trait, 2017 (Detalle) Línea continua dibujada en polvo de mármol en el suelo.
© Christophe Clottes


Este texto fue encargado por Documents d'artistes Nouvelle-Aquitaine y fue parcialmente producido durante mi residencia Dissiper les masses mouvantes à La Chapelle Saint-Jacques centre d’art contemporain (Saint-Gaudens) en octubre de 2021.
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Christophe Clottes

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[Versión en español]

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Réinsertion
El viento, sin embargo, siguió siendo extraordinariamente manejable. Nunca sopló de forma inestable, sino que siempre tuvo un flujo uniforme, y simplemente cambió su lecho, como una especie de torrente que ondea en la arena. Pasó con la misma fuerza del Este al Sur, y poco después sopló desde el Norte sin tomar ninguna nueva violencia en sus saltos. violencia en sus oleadas.1
La libertad anidada en el viento, imprevisible, incomprendida, sigue siendo una constante en el universo de Christophe Clottes. Si es necesario que pase por un incipit tomado de Jean Giono, libertario incomprendido, pacifista forzoso, es porque la obra de Christophe Clottes es anclada y desestabilizadora. Exige un compromiso físico e intelectual de los espectadores que se enfrentan a ella. No es dócil. Delicada, opalescente, no se entrega a primera vista, ignora las cajas. Lleva tiempo; introducirlo de esta manera establece el escenario.
Christophe Clottes moviliza una obra comprometida sin ser exigente. Está llena de poesía, la del creador que contempla, la del que calla cuando piensa, la del derecho a entrar y salir del mundo. Encuentro en los dibujos, instalaciones, sonidos, imágenes fijas y en movimiento la fuerza de una humildad que empuja a reflexionar, a filosofar, a indignarse. El artista señala una sociedad disfuncional, los desequilibrios entre el hombre y la naturaleza, las aberraciones de la modernidad mal vestida. Cuidado, Christophe Clottes no es un asceta, no aboga por la vuelta a la naturaleza ni por el mito del buen salvaje. Se interesa por lo invisible, por los movimientos de casi nada, por el tiempo, por el contorno de las cosas. La línea, aunque no represente nada, marca una frontera, un interior y un exterior, limita un espacio, incluso un espacio abierto. Se trata entonces de una cuestión de opciones, de dudas, de posiciones.

Christophe Clottes ha integrado el arte minimalista y conceptual como portadores de libertad, como gestos naturales. Ha digerido los paseos y acciones de Richard Long, Hamish Fulton, Denis Oppenheim, asimilado los happenings y el no-arte de Fluxus. En el lugar de su contemporaneidad, heredero de las vanguardias, el artista construye, actúa, se revuelve en filigrana. Así, puesto que el mundo en el que vivimos es difícil de habitar y, sin embargo, no podemos abandonarlo, la cuestión es saber hasta qué punto podemos hacerlo habitable, aunque sólo sea por la breve duración de nuestra efímera vida. Aquí nace la vocación del poeta, la misión del pintor. Cualquiera que sea su arte, el artista tranquiliza al mundo, es precioso porque enriquece el corazón humano.2



Christophe Clottes observa los mundos a través de prismas interrelacionados: desde el hábitat hasta la célula viva, desde las formas arquitectónicas3 hasta los movimientos de las rocas, los marcos de aluminio, las estrellas y los gasterópodos. Trabaja con comunidades de hormigas, abejas, fásmidos, ratones4 , construye espacios, refugios, denuncia y rechaza el confinamiento que un sistema de limitaciones y jerarquías proporciona inevitablemente.
Aunque no sea el tema de las obras ni esté en el centro de las creaciones, la presencia del cuerpo del artista está sin embargo omnipresente. Siembra, da vida a través de la repetición del corte de un pedernal, el giro de una onagra, la musicalidad de las piedras, cuando cava un surco tan ancho como su pie, amontona carbón, reduce los guijarros a pigmentos, ensambla la piel de las vacas5... Sus obras polimorfas nos recuerdan que el hombre es la naturaleza tomando conciencia de sí misma.6

— Émilie Flory
Manosque, octubre de 2021


1. Jean Giono, Pluie en Fragments d’un paradis, 1948
2. Natsume Sōseki, Kusamakura, 1906[Versión en español. Kusamakura: Almohada de hierba]
3. Referencia a las obras del artista: Cuisine de campagne (volumen, 2013), Réinsertion (instalación site-specific, 2010), Paysage même (instalación, 2020), Enveloppée (instalación, 2004)
4. Referencia a las obras del artista: Écho erratique (dibujo mural con protocolo, 2017-18), Cadre et séchoir (vídeo, 2004), Structure et des fourmis(vídeo, 2004), Patelles (dibujos e instalación, 2021), Parcelle 146 section AB (instalación, 2005), Phasmes (instalación, 2011), Programme en cours (esculturas e instalación, 2008)
5. Referencia a las obras del artista: Siffler sur les graines (instalación mural, 2021), Mouvement lithique (performance musical, 2018), En cercle (instalación site-specific, 2021), Corps minéral (instalación y dos series de serigrafías, 2018), Condition erratique (instalación, 2011)
6. Élisée Reclus, L’Homme et la terre, 1905 [Versión en español. El Hombre y la Tierra]

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